lunes

ASCISCLO



ASCISCLO

Escrito por Juan J.Espejo Fernàndez


En este mundo Dios tiro la toalla
y no se pregunto por qué.
(el autor).

I
Comúnmente caía el infierno en sus ojos, mientras su mundo carecía de un cielo. Sin principio ni final, sin nadie que le diera respuestas a su mundo de preguntas.
Ascisclo, adicto a sus fantasías , al silencio, a la quietud, adicto a sus pensamientos que anestesiaban su vida en recuerdos inexistentes, en sueños en aventuras mentales que lo privatizaban del resto. Alejado de todos, su soledad estaba presente en medio del ruido, de la gente, de las estrellas de neón. Tan invisible a la vista de todos.
En el Rina Vatio Bar, lugar que él vio arder, ahí sentado todo cambiaria, como si el mar cambiara s oleaje su ruta eterna alejándose de las orillas a otro mundo mostrando el secreto del fondo de sus abismos, liberando la vida de sus entrañas a un cielo o a una tierra que no prometía nada.

II
Viernes 13, día habitual para las catástrofes individuales. Con la importancia absurda de lo que carece de importancia , mejor dicho de lo cotidiano, alguien tan anónima como él estaba en cualquier mesa carente de lugar. Bebiendo -seguramente sería así-.
Sin percatarse de nadie mas, excepto de él su cuerpo-prisión los gritos de unas mujeres interrumpieron su cavilación. La gente salió congestionadamente sin respetarse entre ellos ni a quien provoco el barullo : una mujer y una pistola -de aquellas que nunca aprendí la marca ni el modelo-
De pie le apuntaba tembloroso a un tipo, gordo como los gordos, chato para ser alguien alto. Ascisclo no salió despavorido, se acomodó en su asiento de la barra observando todo en el reflejo del gran espejo que servia de compañía decorativa a las copas y botellas dándole a los únicos la espalda. En un microscópico reflejo de asombro se percato de la corta distancia que había, unos metros y el sentimiento de no temerle a la muerte.

III
Bebiendo su kiwhi daba la espalda a lo acontecido.
No le temía a la muerte -no temía a la muerte ni amaba a la vida-, por eso no salió como los demás en esa reacción de sobrevivencia. Ascisclo tenía la experiencia de haber sido herido considerablemente en un tiroteo, y a su mañana siguiente despertó sano sin heridas, salvo leves dolencias por obra de su don.
Noto en los ojos de aquella mujer armada el detalle de que estaban secos -una visión bastante poética considerando el momento-, secos como los de aquel que perdiò el alma, un par de ojos muertos como los ojos de un tiburón, congelados y duros como un músculo ejercitado que obtiene fortaleza. El tipo estaba sentado en una mesa al inicio, ahora se levanto y le hablaba.............